Cien años de soledad

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El libro narra la historia de la familia Buendía a lo largo de siete generaciones en el pueblo ficticio de Macondo.

José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán son un matrimonio de primos que se casaron llenos de presagios y temores por su parentesco y el mito existente en la región de que su descendencia podía tener cola de cerdo. En una pelea de gallos en la que resultó muerto el animal de Prudencio Aguilar, este, enardecido por la derrota, le gritó a José Arcadio Buendía, dueño del vencedor: «A ver si ese gallo le hace el favor a tu mujer», ya que la gente del pueblo sospechaba que José Arcadio y Úrsula no habían tenido relaciones en un año de matrimonio (por el miedo de Úrsula de que la descendencia naciera con cola de cerdo). José Arcadio Buendía reta en duelo a Prudencio y lo mata al atravesarle la garganta con una lanza. A partir de entonces, el fantasma de Prudencio lo atormenta apareciéndose repetidas veces en su casa tratando de cerrar la herida mortal con un tapón de esparto. A causa del acoso del fantasma de Aguilar, José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán deciden irse a la sierra. En medio del camino, José Arcadio Buendía tiene un sueño en que se le aparecen construcciones con paredes de espejo y, preguntando su nombre, le responden «Macondo». Así, despierto del sueño, decide detener la caravana, hacer un claro en la selva y habitar ahí.

El pueblo es fundado por diversas familias dirigidas por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, quienes tuvieron tres hijos: José Arcadio, Aureliano y Amaranta (nombres que se repetirán en las siguientes generaciones). Buendía se interesa en las novedades que traen los gitanos al pueblo (teniendo una amistad especial con Melquíades, quien muere en variadas ocasiones y que sería fundamental para el destino de la familia), y termina su vida atado al castaño hasta donde llega el fantasma de su antiguo enemigo Prudencio Aguilar. Úrsula es la matriarca de la familia, quien vive más de cien años cuidando de la familia.

El pueblo poco a poco va creciendo y se establecen allí habitantes del otro lado de la ciénaga. Con ellos se incrementa la actividad comercial y la construcción en Macondo. Inexplicablemente llega Rebeca, a quienes los Buendía adoptan como hija. Por desgracia, llegan también con ella la peste del insomnio y la peste del olvido causada por el insomnio. La pérdida de la memoria obliga a sus habitantes a crear un método para recordar las cosas y José Arcadio Buendía empieza a etiquetar todos los objetos para recordar sus nombres; no obstante, este método empieza a fallar cuando las personas también olvidan leer. Un día, regresa Melquíades de la muerte con una bebida que restablece la memoria, y en agradecimiento es invitado a quedarse a vivir en la casa. En esos momentos escribe unos pergaminos que solo podrían ser descifrados cien años después.

Cuando estalla la guerra civil, la población toma parte activa en el conflicto al enviar un ejército de resistencia dirigido por el coronel Aureliano Buendía a luchar contra el régimen conservador. En el pueblo, mientras tanto, Arcadio (nieto del fundador e hijo de Pilar Ternera y José Arcadio) es designado por su tío jefe civil y militar, y se transforma en un brutal dictador que es fusilado cuando el conservadurismo retoma el poder.

La guerra continúa y el coronel Aureliano se salva de morir en varias oportunidades, hasta que, fatigado de luchar sin sentido, arregla un tratado de paz que durará hasta el fin de la novela. Después de que el tratado se firma, Aureliano se dispara en el pecho, pero sobrevive. Posteriormente, el coronel regresa a la casa, se aleja de la política y se dedica a fabricar pescaditos de oro encerrado en su taller, al terminar cierta cantidad, volvía a fundir los pescaditos en oro, volviendo a empezar desde cero en un ciclo interminable.

Aureliano Triste, uno de los diecisiete hijos del coronel Aureliano Buendía, instala una fábrica de hielo en Macondo, deja a su hermano Aureliano Centeno al frente del negocio y se marcha del pueblo con la idea de traer el tren. Regresa al cabo de poco tiempo, cumpliendo con su misión, la cual genera un gran desarrollo, ya que con el tren, llegan también el telégrafo, el gramófono y el cine. Entonces el pueblo se convierte en un centro de actividad en la región, atrayendo a miles de personas de diversos lugares. Algunos extranjeros recién llegados empiezan una plantación de banano cerca de Macondo. El pueblo prospera hasta el surgimiento de una huelga en la plantación bananera; para acabar con ella, se hace presente el ejército nacional y los trabajadores que protestan son asesinados y arrojados al mar.

Después de la Masacre de los Trabajadores del Banano, el pueblo es asediado por las lluvias que se prolongan por cuatro años, once meses y dos días. Úrsula dice que espera el final de las lluvias para finalmente morir. Nace Aureliano Babilonia, el último miembro de la línea Buendía (inicialmente referido como Aureliano Buendía, hasta que más adelante descubre por los pergaminos de Melquíades que su apellido paterno es Babilonia). Cuando las lluvias terminan, Úrsula muere y Macondo queda desolado.

La familia se ve reducida y en Macondo ya no se acuerdan de los Buendía; Aureliano se dedica a descifrar los pergaminos de Melquíades en el laboratorio, hasta que regresa de Bruselas su tía Amaranta Úrsula, con quien tiene un romance. De este, Amaranta Úrsula queda embarazada y tiene un niño que al nacer se descubre con cola de cerdo; ella muere desangrada después del parto. Aureliano Babilonia, desesperado, sale al pueblo llamando de puerta en puerta, pero Macondo ahora es un pueblo abandonado y solo encuentra a un cantinero que le ofrece aguardiente, quedándose dormido. Al despertar se acuerda del niño recién nacido y corre a buscarlo, pero a su llegada encuentra que se lo están comiendo las hormigas.

Aureliano recuerda que esto estaba predicho en los pergaminos de Melquíades. Con vientos huracanados asediando Macondo y el lugar en el que estaba presente, termina de descifrar la historia de los Buendía que ya estaba allí escrita con anticipación, encontrando que al terminar de leerlos, finalizaría su propia historia y con él, la historia de Macondo, el cual sería arrasado por el viento y borrado de cualquier memoria humana… «porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra».

El tono narrativo es claramente definido por una tercera persona o narrador externo a la historia u omnisciente, el cual va relatando los acontecimientos sin formular juicios y sin marcar una diferencia entre lo real y lo fantástico. Desde el principio, el narrador conoce la historia y la cuenta en forma imperturbable y con naturalidad, incluso en aquellos episodios en los que se relatan sucesos trágicos. Esta distancia frente a los hechos permite mantener una objetividad del narrador a lo largo de la obra.

El espacio novelesco es el universo mostrado por el narrador, en el cual transcurren los acontecimientos. Macondo nace y muere en la obra, en donde se incluyen los personajes y en el cual se observa que todo lo que ocurre externamente es menos denso y consistente dentro del relato.

Cabe decir, que el mensaje de esta historia es muy claro pero a la vez complejo, el mundo en sus orígenes era un mundo de paz y tranquilidad pero, con el transcurso de los años, se va destruyendo con la tecnología. Cuando el gobierno y la autoridad, quien antes era José Arcadio Buendía, tratan de organizar el pueblo traen consigo la destrucción de sí mismos y lo único que logran es transformar aquel pueblo que alguna vez era un paraíso.

Aquí tenéis un resumen completo.

Y el trailer de Macondo, la serie de Netflix y la primera adaptación audiovisual de Cien años de soledad.

Fuentes:  Wikipedia, Biografíasyvidas.com, Actualidad Literatura.

Si queréis leer otras obras de Gabriel García Márquez consultad el Catálogo de la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid

Lo raro es vivir

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Desde que el mundo es mundo, vivir y morir vienen siendo la cara y la cruz de la misma moneda echada al aire, pero si sale cara es todavía más absurdo. Para mí, si quieren que les diga la verdad, lo raro es vivir, comenta uno de los personajes de esta historia.

De hecho, la protagonista y narradora, una chica de 35 años que acaba de perder a su madre y busca un difícil acuerdo entre las heridas del pasado y la sed de presente, a lo que se enfrenta sobre todo es a la extrañeza de seguir viva y manteniendo abierta la curiosidad ante lo inexplicable. Una curiosidad atizada continuamente por los dispares personajes secundarios que jalonan el relato y que van dando pie al discurso quebrado de esta aguda, contradictoria y delirante joven.

Tras una etapa en que cultivó el rock y se enfrascó en amores tempestuosos, se entrega ahora, para huir de sus propios enigmas, a investigar los de un extravagante aventurero dieciochesco cuyos embustes rozan el patetismo. Esta pesquisa de archivo provoca la que se le va imponiendo –lo quiera o no– sobre la propia infancia, las relaciones entre sus padres y los sentimientos que la mantienen cada vez más unida a un singular arquitecto, con quien convive.

Carmen Martín Gaite ha escrito una novela sencillamente magistral, con esa capacidad suya tan peculiar de trascender lo cotidiano y de manejar sutilmente la prosa, sometida en esta ocasión a una vuelta de tuerca aún más audaz: la apuesta por el absurdo.

Los sueños rotos, la mentira, el dolor de la muerte, la suspicacia ante la maternidad o la búsqueda del amor son el telón de fondo sobre el que se perfilan unos diálogos trepidantes y empapados de actualidad. Pocas veces una meditación tan intensa sobre la aventura existencial habrá conseguido encender en el lector hasta la última página la sed con que se beben las mejores novelas de misterio.

Fuentes:  Anagrama, Casa del Libro, Wikipedia.

Si queréis leer otras obras de Carmen Martín Gaite consultad el Catálogo de la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid

 

En la ardiente oscuridad

ARDIENTE

 

Obra de teatro en tres actos de Antonio Buero Vallejo, estrenada en 1950.

La historia se centra en el infortunado Ignacio, ciego de nacimiento, que se ve compelido a ingresar en una institución de ciegos, regentada por Don Pablo. Allí se encuentra con un grupo de ciegos, aparentemente felices, a los que, sin embargo, contagia su sensación de desgracia por la pérdida del más maravilloso de los sentidos. A pesar de los intentos de Carlos, receloso de la amistad entre el recién llegado y su novia Juana, Ignacio no consigue salir de su depresión. Un aciago día, Ignacio sufre una caída aparentemente accidental en los columpios del patio, que acaba con su vida y eventualmente, con la tristeza que contagia al resto de sus compañeros de piso o casa.

Encuadrada dentro de su teatro simbolista representa el crudo enfrentamiento con una realidad que no puede escamotearse ni disfrazarse. A través de la tara física de la ceguera, Buero simboliza las limitaciones humanas. Así, es símbolo de la imperfección, de la carencia de libertad para comprender el misterio de nuestro ser y de nuestro destino en el mundo. El hombre no es libre porque no puede conocer el misterio que le rodea.

Entre los numerosos estudios dedicados a esta obra os recomendamos el de J. J. Lage publicado en su blog Leer y escribir.

Fuentes:  Casa del Libro, Wikipedia.

Os dejamos el enlace a la emisión de la representación en el programa Estudio 1: Parte 1 y Parte 2

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La obra fue llevada al cine en 1958 por el cineasta argentino Daniel Tinayre.

 

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Crimen y castigo

CRIMEN

 

La historia narra la vida de Rodión Raskólnikov, un estudiante en la capital de la Rusia Imperial, San Petersburgo. Este joven se ve obligado a suspender sus estudios por la miseria en la cual se ve envuelto, a pesar de los esfuerzos realizados por su madre Pulqueria y su hermana Dunia para enviarle dinero. Necesitado de financiación para pagar sus gastos, había recurrido a una anciana prestamista vil y egoísta, en cuya casa empeña algunos objetos de valor.

Su hermana Dunia, con la intención de ayudarlo, acepta la propuesta de matrimonio de un rico abogado, hecho que hace enfadar a su hermano cuando conoce que se ha aceptado la propuesta sin haber sido consultado. Pero aunque no quiera aceptar esta ayuda, Rodión tiene aires de grandeza, y en sus delirios cree ser merecedor de un gran futuro, llegándose a comparar con Napoleón. Así que tiene la idea de matar y robar a Aliona Ivánovna, la vieja usurera. Esa idea le atormenta durante días, y crece en su interior como una alocada semilla.

Raskólnikov pretende justificar su proyecto con principios mora­les radicales. Pronto descubrirá que la distancia entre planear un proyecto y culminarlo son inmensas, y las consecuencias que el acto puede conllevar son imprevisibles tanto en el mundo que le rodea como en el interior de su alma.

Aquí tenéis un curioso booktrailer.

Fuentes:  Casa del Libro, Wikipedia.

La novela ha sido adaptada al cine y al teatro, o ha inspirado peliculas en numerosas ocasiones. Os dejamos el enlace a la emisión de Estudio 1

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El hombre de la dinamita

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Norrköping, Suecia, 1911. Los periódicos locales dan brevemente la noticia de que Oskar Johansson, dinamitero de veintitrés años, ha muerto a consecuencia de un trágico accidente producido durante la voladura de un túnel. La nota nunca se desmintió, pero Oskar sobrevivió, aunque quedó gravemente herido y con secuelas atroces; es más, siguió trabajando hasta su jubilación, y no murió hasta abril de 1969.
Narrada a través de distintas voces y perspectivas, la vida de Oskar, con sus sueños y esperanzas, sus alegrías y tristezas, y por supuesto marcada por ese accidente que lo cambió todo, traza no sólo su destino, sino también una imagen aguda y vibrante de la situación obrera en la primera mitad del siglo XX.

Es la primera novela del famoso autor sueco. Traducida al español por Tusquets y publicada en su colección Andanzas en ella ya se vislumbra su visión social y políticamente comprometida y  el desencanto del gran escritor por la historia colectiva de un siglo de lucha social de la clase obrera.

El “rescate” comercial de la primera obra de un autor cuyo apellido ya es una “marca” nos acerca una novela hermosa y terrible, muy compleja a pesar de su aparente simplicidad. La excelencia de El hombre de la dinamita proviene  de las exigencias del tema. No es fácil escribir un historia a partir de una vida común, diminuta, sacudida por un único hecho extraordinario: la supervivencia a una explosión de dinamita. Y es todavía más difícil si la historia es sobre todo la descripción de un estado de cosas que se niega a cambiar, un estancamiento de la esperanza reflejado en un cuerpo humano deshecho. Para pintar ese panorama, Mankell apela a un lenguaje de sintaxis muy simple que se mueve en dos voces distintas; pasa de diálogos aparentemente intrascendentes a enumeraciones de una profundidad poética impactante; cada tanto, como gran parte de la ficción posterior a 1960, muestra el revés del tejido narrativo; y varias veces siembra escenas y metáforas inolvidables, que parecen estallidos de dinamita en un paisaje aparentemente tranquilo.

Hay dos narradores en El hombre de la dinamita: uno en tercera persona que sin embargo de vez en cuando habla directamente con sus lectores y, con menos frecuencia, el protagonista en primera. Cada tanto, el narrador en tercera describe el andamio sobre el que está construida la novela. Por ejemplo: afirma que el relato está formado por “Perlas minúsculas de historia que, juntas, forman un rosario”; o lo dibuja como un iceberg. Eso último es una “instrucción de lectura”, como diría Genette, en la que se advierte a los lectores que la aparente simpleza de lo que pasa se sostiene en enormes profundidades conceptuales, en este caso relacionadas con lo político, lo social, lo económico. Por otra parte, el narrador es muy consciente de su misión: “Los datos que ofrece Oskar son pobres y escasos”, afirma. “El narrador tendrá que ensamblar los fragmentos hasta obtener un todo grisáceo”.

La explosión que arruinó el cuerpo de Oskar en la juventud es también la revolución socialista que desean los obreros: “Todo saltará por los aires en una sola explosión”, repiten. El problema es que ese estallido no llega nunca; que, al final, en la vejez del dinamitero, “los que están arriba siguen arriba”. El socialismo, sin embargo, tiene otros usos: sirve a la necesidad que tienen estos personajes de entender el mundo y su lugar dentro de él. Por eso, Oskar cuelga en la pared una representación de la pirámide social. El cartel lo ubica como uno entre muchos, un ejemplo del estado de su clase social: “La realidad de Oskar… es una cuestión de lucha entre capitalismo y socialismo, entre revolución y reforma. Él se considera insignificante, significativo, otra vez insignificante”. Como los hombres que la pueblan, como la historia misma, Oskar es significativo porque es insignificante.

En este relato tétrico, bello, terrible, nada heroico, hay algunas escenas que resumen el sentido del libro de otra forma a la manera literaria, sin explicaciones. Por ejemplo, el momento en que, después de la muerte de Oskar, el narrador descubre un crucigrama perdido en la casita vacía. El crucigrama está resuelto pero con una falta de ortografía que obligó a Oskar a encajar las letras, a inventarse un crucigrama nuevo, torcido, diferente. Las ondas que despliega esta escena extraordinaria (y otras como ella) flotan sobre la superficie del texto durante mucho tiempo. En esos momentos de poesía, Mankell muestra no solo su inteligencia como escritor sino su visión del mundo, esa forma de pensar que lo unía a África, a Palestina, a los desposeídos del mundo.

Fuentes:  Casa del Libro, Negra y Mortal, Página 12.

Si queréis leer otras obras de Henning Mankell consultad el Catálogo de la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid

 

Crónica de una muerte anunciada

 

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Publicada en 1981, esta novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez basa su argumento en un suceso ocurrido durante la juventud del escritor: un asesinato por motivos de honor. Muchos años después el narrador, erigido en cronista e investigador de unos hechos que vivió muy de cerca pero que no llegó a presenciar, reconstruye minuciosamente la historia, sin ocultar en ningún momento su desenlace, que anuncia desde la primera frase de la novela: «El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana…»

Santiago Nasar es un joven de 21 años, hijo del árabe Ibrahim Nasar y de Plácida Linero. Tras una noche de juerga que se había prolongado hasta pasadas las doce para festejar el matrimonio de Bayardo San Román y Ángela Vicario, Santiago Nasar fue al puerto a recibir al obispo, que luego pasó por el río sin detenerse, bendiciendo desde el barco a quienes habían ido a esperarle.

A las siete y cinco minutos de la mañana, los gemelos Pedro y Pablo Vicario, hermanos de la novia, ya le habían degollado como a un cerdo. Así termina el primer capítulo de la novela, que se compone de cinco, estando reservados los otros cuatro a contar los antecedentes de la boda de Ángela Vicario y a seguir paso a paso, aun con más detalle que en el primero, las andanzas de Santiago Nasar la mañana en que le mataron.

Ángela Vicario, a quien hasta entonces «No se le había conocido ningún novio… y había crecido junto con sus hermanas bajo el rigor de una madre de hierro», fue obligada por su padre y hermanos a casarse con Bayardo San Román, un hombre llegado a la ciudad el año anterior y al que ella apenas había visto. Bayardo era hijo de Petronio San Román, «héroe de las guerras civiles del siglo anterior, y una de las glorias mayores del régimen conservador por haber puesto en fuga al coronel Aureliano Buendía» (destacado personaje de Cien años de soledad).

Por la madrugada, apenas terminados los festejos de la boda, Bayardo devuelve a Ángela Vicario a la familia, porque al ir a consumar el matrimonio descubre que la novia no es virgen. Obligada por los suyos a confesar quién la ha deshonrado, Ángela da el nombre de Santiago Nasar, posiblemente porque «no pensó que sus hermanos se atreverían contra él».

La deshonra ha de vengarse con sangre, y los hermanos Vicario cogen de inmediato sus cuchillos de destripar cerdos y salen en busca de Santiago, con quien habían estado bebiendo hasta poco antes. Actúan así obligados por los códigos de honor, por los cuales les corresponde a ellos vengar la afrenta, pero no desean vengarse; acudiendo adonde saben que Santiago no estará y diciendo a todo el mundo que van a matarle, intentan propiciar la fuga de Santiago o su propia detención; en ambos casos habrían cumplido con su deber. «La realidad parecía ser que los hermanos Vicario no hicieron nada de lo que convenía para matar a Santiago de inmediato y sin espectáculo público, sino que hicieron mucho más de lo que era imaginable para que alguien les impidiera matarlo, y no lo consiguieron».

A decir verdad, «nunca hubo una muerte más anunciada». Lo fue incluso por medio de un papel introducido por debajo de la puerta en la casa de la víctima; un papel que nadie vio, o no quiso ver, hasta después de acaecidos los hechos. También hubo otras circunstancias que hicieron que esa muerte se produjera. Santiago, que siempre entraba y salía de su casa por la puerta trasera, lo hizo ese día por la principal, donde los hermanos Vicario, que sabían como todo el mundo que nunca la usaba, le estaban esperando para que todos les vieran. La puerta seguía todavía abierta cuando Santiago, avisado desde un balcón de que los Vicario se acercaban para matarle, buscó refugio en la casa; pero en el último momento, creyendo que ya había entrado, cerraron la puerta desde dentro, y los Vicario no tuvieron más remedio que hincar sus cuchillos en el asombrado Santiago.

A la víctima sólo le quedaron fuerzas para arrastrarse, con las tripas fuera, hasta la cocina de su casa y morir. Muchas cosas quedan sin aclarar; entre ellas, si es verdad que había sido Santiago quien deshonró a Ángela, cosa que ella siempre afirmó, aunque sin demasiada convicción.

Desde el momento en que Bayardo San Román la devolvió a los suyos, Ángela Vicario, que se había casado con él sin estar enamorada, sintió que «estaba en su vida para siempre». Mucho tiempo después vio a Bayardo San Román en un hotel de Riohacha y, sin poder resistirlo, le escribió una carta «en la cual le contaba que le había visto salir del hotel, y que le habría gustado que él la hubiera visto».

A pesar de que no obtiene respuesta, Ángela le sigue escribiendo, primero una carta al mes, y luego una por semana, durante media vida. Finalmente, Bayardo San Román regresó junto a ella: «Llevaba la maleta de la ropa para quedarse, y otra maleta igual con casi dos mil cartas que ella le había escrito… ordenadas por sus fechas, en paquetes cosidos con cintas de colores y todas sin abrir».

El hecho de abordar una historia que, en cierto modo, convierte en cómplices a todos tus habitantes supone la presencia de numerosos personajes. Tantos, que incluso existe un mapa ideal para ubicarse y recordar la relación de cada uno de los locales en relación con los hermano Vicario y Santiago Nasar, si bien también concebir a todos los personajes del pueblo como un todo; un testigo sabedor que se inmuta ante la noticia.

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Fuente: Actualidad Literatura

 

Alejada de los rasgos del realismo mágico, Crónica de una muerte anunciada es una novela rápida, que sigue paso a paso, casi cronométricamente, los sucesos, con una gran riqueza en la caracterización de los personajes y de ambiente parecido al del resto de su producción; lo mismo que el lenguaje, tal vez menos barroco que en ocasiones anteriores. Sobresale especialmente por su perfección constructiva: el material narrativo se dispone de manera que, pese a anunciarse el desenlace en la primera página, mantiene durante toda la novela en vilo al lector; sólo en el último capítulo se llega a comprender el cúmulo de fatales circunstancias que condujo a un crimen tan fácilmente evitable y que nadie deseaba.

Fuentes:  Wikipedia, Biografíasyvidas.com, Actualidad Literatura.

La obra fue llevada al cine en 1987 por el director italiano Francesco Rosi y es un ejemplo de la no siempre satisfactoria relación de la obra de García Márquez con el cine. Aquí tenéis el trailer de Crónica de una muerte anunciada.

Si queréis leer otras obras de Gabriel García Márquez consultad el Catálogo de la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid

 

 

El Jarama

 

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Relata la historia de un grupo de once jóvenes madrileños que van a pasar el día al campo, en un caluroso domingo de verano. La acción tiene lugar a la altura del Puente Viveros, en el río Jarama, al que bajan los protagonistas para bañarse y escapar del tedio de la ciudad.

En otro plano de la novela se desarrolla el enfrentamiento de dos mundos contrapuestos, la clase trabajadora urbana y la rural. En lo narrativo se ha destacado la capacidad del escritor de simultanear la acción entre diferentes localizaciones —Puente Viveros y la Venta de Mauricio— como en un guion cinematográfico.

Se ha señalado que Carlos Saura tuvo la intención de llevarla al cine, aunque terminaría supuestamente desistiendo hacia 1964 por la desactualización del contexto de la novela. Como homenaje a la novela rodó, en su primer largometraje, Los golfos (1959), la «escena del río».

La trama argumental, sencilla como en muchos ejemplos del neorrealismo, se descompone al final de la novela, con la narración de un suceso trágico: el descubrimiento de que una de las jóvenes del grupo se ahogó en el río, que le servirá al autor para reforzar su tesis sobre la oposición entre la fugacidad de la vida humana y la naturaleza inmutable del río.​

No hay un protagonista en El Jarama. A no ser  el propio río. Todo fluye. Todo cambia sin dejar de ser lo mismo. Parece lo mismo, pero es una ilusión. Toda la novela no es más que un gran paréntesis entre una breve descripción del río, desde su nacimiento en Somosierra hasta que sus aguas llegan al Atlántico en Lisboa. En esta descripción del curso del río, aguas abajo, el paréntesis se encuentra en el Puente Viveros, cerca de San Fernando de Henares y de Coslada, donde se desarrolla la acción un domingo de verano de los años cincuenta.

De corte neorrealista,​ se trata de un relato simultáneo y objetivo, en tercera persona y cuya acción transcurre a lo largo de dieciséis horas.​ Ha sido denominada como «un espejo y metáfora del estrangulamiento vital de la España del medio siglo»,  época de la que se la consideró como «la novela más influyente» en España. Su estilo ha sido descrito como «austero y directo»,​ destacándose la calidad de sus diálogos.

El código lingüístico de El Jarama es uno de sus grandes atractivos, cómo Sánchez Ferlosio fue capaz de reflejar con diálogos de una calidad asombrosa el habla viva y toda su amplitud utilizada por gentes humildes. Para ello se empapó de las diferentes variedades de español que se hablaban en la «antigua Corona de Castilla», haciendo una recopilación de palabras, «modismos», y construcciones sintácticas. «Estas larguísimas listas fueron la urdimbre sobre la que se tejió, incluso argumentalmente, El Jarama (…) Todo estaba, así, pues, al servicio del habla».

El autor reconoció su aversión por esta novela tal y como recoge D.Barreira en su artículo para El Español.

Fuentes:  Wikipedia, El aposento de los libros, El Español.

Si queréis leer otras obras de Rafael Sánchez Ferlosio consultad el Catálogo de la Red de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid

 

 

Bitna bajo el cielo de Seúl

 

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A los dieciocho años, Bitna llega a Seúl desde la zona rural de Corea de la que procede. El deslumbramiento por la ciudad contrasta con las penurias de vivir junto a una tía y una prima que le hacen la vida imposible, casi como en La Cenicienta. Para poder huir, acepta la oferta de trabajo de un misterioso y atractivo librero: inventar historias para Salomé, una joven paralizada por una enfermedad incurable.
Así asistimos, por ejemplo, a la historia del señor Cho, un antiguo policía que cría palomas mensajeras en la azotea de un edificio. En primavera, cuando sopla el viento, el anciano suelta a Dragón Negro y Diamante para que lleven mensajes a sus familiares que viven más allá de la frontera de Corea del Norte.
Poco a poco, Bitna ejerce un poder insospechado sobre Salomé, que se alimenta del relato de esas vidas ajenas. Hasta que un día descubre que una misteriosa figura la está espiando.

El autor se inspiró, como el mismo relata a Europa Press, en su estancia como profesor de Literatura Francesa en la Universidad para mujeres de Ewha de Seúl y en los relatos que acerca de sus problemas personales le transmitían sus alumnas.

En Bitna bajo el cielo de Seúl, Le Clézio no solamente relata las historias de Bitna y Salomé, sino también las de aquellos personajes que brotan de la imaginación de la primera, a los que Le Clézio ha definido como «vagones de metro que viajan juntos y tienen un vínculo en un momento de la vida» y que se encuentran unidos en el relato por un hilo conductor. Así, al igual que Bitna emplea la literatura para «sanar» a Salomé, el autor ha aseverado que en la vida real la literatura también posee un poder curativo.

Ni la historia principal, narrada en primera persona, ni los relatos enmarcados por ella son invenciones de Le Clézio. “Todas las historias provienen de la realidad; son relatos que me han contado, que he leído o de los que he sido testigo”, asegura el escritor. El libro, en consecuencia, está escrito con el estilo de la protagonista, de una sencillez que concuerda con la transición del propio autor desde la experimentación de novelas como El atestado  hacia una claridad en la prosa que le fue revelada durante su convivencia en los años 70 con los emberá, un pueblo indígena entre Colombia y Panamá. De ellos nos relata que: “…no tienen escritura, pero sí un lenguaje literario elegante para contar cuentos. Me convencieron, por su manera de vivir, de que no hay que añadir complicaciones al relato. Hay que ser directo, lo importante no es el estilo ni la búsqueda de la originalidad, sino el ritmo y el entusiasmo al contar el cuento. Fue una buena escuela de escritura”.

En apariencia, la novela aborda el tópico de narrar para eludir la muerte, el relato como bálsamo y sanación, aunque las historias de Bitna no son ni edificantes ni cuentos de hadas: el señor Cho, un policía jubilado que entrena palomas mensajeras para enviarles cartas a sus familiares en Corea del Norte, alude al doloroso tema de la guerra, del exilio, de la separación de las familias; la señorita Kitty, una gata que llega misteriosamente a una peluquería de barrio, con notas “en un bolsito de paja”, trae el asunto de la vecindad y la convivencia; Nabi, una cantante de rock que es víctima de abusos sexuales por parte de un pastor; Hana, una enfermera que trabaja en una casa de maternidad y termina secuestrando una bebé.

Esta novela también nos hace reflexionar sobre la soledad de los jóvenes, sobre su dificultad para adaptarse al mundo: “La juventud actual me produce una enorme ternura porque tengo dos hijas a quienes les cuesta mucho integrarse en la sociedad, han estudiado y les cuesta mucho existir”. Y, por supuesto, es un acercamiento –mejor que un ensayo– a Corea, una cultura muy rica y más antigua que la japonesa. Y a Seúl: “El día menos pensado volveremos a vernos bajo el cielo de Seúl”.

Os recomendamos leer completas las reseñas de El Cultural, Semana  y La Vanguardia.

Fuentes:  Casa del Libro, Europa Press, La Vanguardia, .

 

 

Ezequiel

 

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Miguel Ángel Martín nos presento esta novela en la sección Otras lecturade nuestro blog.

Una novela con tres voces narrativas que cuentan una sola historia: la vida de un hombre que perdió las palabras hace tiempo, cuando era un niño, y que tiene miedo de las relaciones humanas (en particular, del amor).

Ezequiel es una historia sobre la pérdida y la culpa, sobre la incomunicación que producen el miedo y los traumas; sobre la herencia del carácter. En su familia todos huyen o se esconden de los problemas, y los sucesos, por muy horribles que sean, se normalizan o se obvian. Ezequiel no encuentra en ellos la  seguridad y el cariño que necesita. Todos viven, pero no conviven, pasan sin rozarse apenas. Este es el mundo de Ezequiel hasta que aparece Ana y comienza a hacerse un hueco en él.

Antonio Martínez Asensio la definio como: «Una novela sobre el dolor, sobre el amor, sobre la locura, sobre la familia, sobre lo que todos llevamos dentro y las diferentes formas que tenemos de sacarlo, sobre la extrañeza del mundo».

Para César Sogo: «el mundo que rodea a Ezequiel tiene un carácter fantasmal, difuso y amenazante. Un mundo que solo se concreta y se vuelve real cuando está con Ana. Ocurre lo mismo con los demás personajes, que nos aportan una sensación parecida a los de las novelas de Murakami. Son caracteres que vemos de forma oblicua, la mayor parte de las veces definidos por sus excentricidades. El autor lo logra a través del juego entre las situaciones extrañas en lugares cotidianos y las situaciones cotidianas en lugares extraños, lo que hace que los personajes sean misteriosos e inaprensibles».

Javier Miró también ahonda en este carácter onirico y fantasmal de la novela a la que llega a calificar de: «realismo mágico y sé que no es así del todo, al menos no en su acepción más pura. Ezequiel no es una obra del estilo del maravilloso Boom hispanoamericano, como sí podría serlo Naksatra, obra que reseñé hace poco. Sigue más bien una forma de darle vidilla a la narración heredada de Haruki Murakami».

Ignacio Ferrando define a Ezequiel como «…un hombre sin palabras, porque ninguna palabra dispone del impulso y la fuerza suficientes para atravesar ese mundo de silencio donde la vida le ha situado. Su lugar está en una ciudad sin presente y en el bando de los excluidos; los que miran; aquellos que transitan por túneles y pasadizos de la periferia: para los que la lluvia es la única certeza».

Os recomendamos leer completas las reseñas de Antonio Martínez Asensio, y  Libros prohibidos.

Fuentes:  Mármara Ediciones, Yoleo, Ámbito cultural y Libros prohibidos.

 

 

La vida a ratos

9788420434674

Es el diario de más de tres años de vida de un personaje -curiosamente también llamado Juan José Millás-, que se muestra tan libre, tan neurótico, y divertido, e irónico e hipocondríaco como solo nos mostramos cuando nadie nos ve. Las visitas a la psicoanalista, el taller de escritura, los paseos por una ciudad que no deja de colocarle ante situaciones sorpresivas, la familia, los amigos… Todo es normal, todo parece anodino hasta que, al volver una esquina de la realidad, aparece lo extraordinario, lo surrealista. Y nos deslumbra.

En La vida a ratos el lector es tan protagonista como el narrador, porque descubre en secreto un relato que, en la ficción, no ha sido creado para ser conocido por nadie más que aquel que lo escribe.

Millás  ha escrito su último volumen con formato de falso diario, lo que le da mucho juego, pues cada entrada diaria del personaje central viene a ser un cuento breve, muy similar a los que a veces desarrolla en sus columnas de los viernes en El País, que suelen ser bastante brillantes. De esta forma se aleja de sus anteriores libros, con relatos en principio autoconclusivos, sin una evolución clara del personaje central, aunque se encadenan diferentes subtramas, y reaparecen secundarios. Desde luego, ninguno de los capítulos tiene desperdicio, todo indica que ha escrito mucho material durante algún tiempo y que ha escogido los mejores pasajes.

La mayor parte de lo que sucede parece inventado, y cercano al surrealismo, pero casi podría tratarse de autoficción; todo indica que el personaje central tiene un noventa por ciento del propio Juan José Millás, o al menos se corresponde con la imagen pública que quiere dar. En ese sentido, enlazaría con El mundo, como una especie de secuela, el libro biográfico con el que ganó el Premio Planeta en 2007, y el Premio Nacional de Narrativa en 2008, y con algún volumen que mezcla realidad y ficción, como La mujer loca.

Mantiene sus habituales e ingeniosos juegos con las palabras, y su particular universo. Pero sorprende la abundancia de humor, que si bien siempre ha estado muy presente en la obra de Juan José Millás, esta vez alcanza límites insospechados. En este sentido enlaza con sus libros más locos, como Papel mojado, de los 80. El humor no implica que no haya un fondo de amargura, como es habitual en sus anteriores obras.

Logra retratar la vida cotidiana del ciudadano medio, con reflexiones similares a las que se gestan en la cabeza de cualquiera a diario. En este sentido, destacan las historias que transcurren en el transporte público, pues en las horas muertas que pasa el urbanita medio en el mismo cada semana, tiene tiempo de fijarse en lo que ocurre alrededor. Acaba siendo uno de los mejores libros del autor, que afirma en las entrevistas que busca la obra maestra definitiva tras la que quizás podría retirarse.

Fuentes:  Wikipedia, Casa del libro, Google Books, criticadelibros.es

El autor nos comenta esta novela en los artículos publicado en El Periódico y en El Confidencial .

Si quereis leer más libros de este J. J. Millás consultad el catálogo de la Red de Bibliotecas Públicas de la Comunidad de Madrid.