Stoner

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«Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado«. – Tom Hanks (actor), Times.

«Impresiona el modo de contar de John Williams, su fuerza inusitada para los dramas minúsculos y para el recuento cotidiano de nuestras resignaciones y decepciones, y sorprende que Stoner, siendo la obra maestra que es, haya podido ser ignorada durante tanto tiempo».- Enrique Vila-Matas. El País.

Stoner es algo más que una gran novela, es una novela perfecta, bien contada y muy bien escrita, de manera conmovedora, que quita el aliento. Cautiva a sus lectores con una trama sencilla —la vida y conflictos de un profesor de Literatura en Missouri—, pero en su desarrollo extrae del comportamiento rutinario, conformista y pasivo del personaje una lucha interior sobresaliente, una exposición cruda de la vida, un brillo de heroísmo en el que nunca apostaríamos que sucedería algo. La novela está escrita con un trazo claro y preciso, que sorprende por el equilibrio de sus partes y la sostenida acción dramática que mantiene expectante al lector. La suavidad con que se producen los cambios y la lenta pero decisiva transformación que sufre el protagonista dejan una huella duradera en la mente del lector. Ha sido llamada una “obra maestra” y es que narra una vida desde el interior del personaje.

William Stoner, hijo de agricultores nacido a finales del XIX, acude a la universidad para cursar los estudios del programa de la nueva Facultad de Agricultura. Allí descubre su vocación literaria y acaba doctorándose en Filosofía. Decide convertirse en profesor y ejerce como tal hasta el día de su muerte. John Williams nos da todo el argumento de Stoner en las primeras veinticinco líneas de la novela. Dos párrafos en los que a modo de introducción se cuenta lo que va a acontecer en las casi trescientas páginas restantes.

El protagonista podría ser el estereotipo del profesor de Literatura que no tiene una vida digna de narrarse y decide reemplazar sus pasiones en la seguridad de un saber profundo descubierto por otros y transmitido en la enseñanza. Pero el intento de erudición y los gigantescos esfuerzos que realiza en la academia, horas de insomnio, cumplimiento de requisitos, acatar la jerarquía académica, además de convertirse en el mecanismo por medio del cual el personaje intenta “resolver” los problemas de su existencia, su matrimonio, la estabilidad económica, la paternidad, entre otros, son la síntesis de un sacrificio, un destino aceptado en el que no hay cabida para la recompensa, o siquiera la gratitud. La imaginación y los sentimientos de Stoner están en la misma perspectiva y se aproximan al deseo de “ser alguien” conducido por una intuición verídica que descubre en el estudio literario. No es un escape, no le facilita su camino, y por un momento creemos que leemos una historia triunfal, ese espacio donde las adversidades se superan por la tenacidad del personaje. Pero John Williams ha tocado una fibra importante en la historia y quita ese velo, la victoria no es un momento sino un instante, y no se puede llegar a ella. Es un resquicio por donde vemos cobrar brillo a la existencia. Esa es la clave de Stoner, un libro al que después de leerlo tratamos no como una historia que nos contaron sino como la vida de una persona.

La traducción al español de Antonio Díez Fernández para la editorial tinerfeña Baile del Sol;permitio dar a conocer a la población hispano-hablante la obra de John Williams, escritor ya fallecido, narrador al margen del circuito comercial. El éxito de crítica ha sido rotundo: Stoner, lo decía el otro día en su artículo publicado en Babelia la periodista Andrea Aguilar, es el precedente a la reedición de Manual para las mujeres de limpieza de la también norteamericana Lucía Berlin, otro caso sorprendente y tardío que hoy arrasa.
Lo primero que llama la atención es el tono menor de este austero relato, publicado en 1965, en donde nada ni nadie intenta deslumbrar. Una extraña melancolía envuelve la historia, sustentada por el ejercicio de una integridad a prueba de balas, pasión por el trabajo bien hecho y el respeto por la gente que se cruza en el camino, aunque esa gente resulte, al final, un estorbo. ¿Cómo puede dejar huella un profesor que no dejó huella en el mundo que le tocó vivir? Es esa, quizá, la magia de Stoner, la magia de John Williams. Utilizando la tercera persona, la prosa marca una distancia con sus personajes, una barrera que se interpone entre quien narra y el mundo narrado; distancia que también se percibe entre el protagonista y el lector. No tenemos la visión interior de los personajes,, tampoco una voz personal, en realidad, no se detecta ningún guiño pensado para seducir. Hay literatura, al estilo clásico, con rigor, y sin pretensiones.

John Williams fue nieto de campesinos, estudió y se doctoró en la Universidad de Misuri, dio clases como profesor, se casó, tuvo descendencia y dio rienda suelta a sus inquietudes literarias hasta el día de su muerte. Los paralelismos entre la vida del escritor y la del protagonista de su obra, William Stoner, nos incitan a pensar que la novela posee una carga biográfica considerable, por más que el autor insista en que “es una obra de ficción”.  Stoner transmite una realidad pesimista con la sobriedad descorazonadora de una escritura limpia y al mismo tiempo tierna y despiadada. Se nos describe una existencia en la que los momentos felices escasean y los malos acechan y perduran. La vida misma en una época atravesada a fuego por dos guerras mundiales de las que, como curiosidad, sabemos que el autor se alistó para combatir en la segunda, mientras que su personaje protagonista rechazó hacerlo en la primera. Biográfica o no, lo cierto es que entre sus páginas se retrata algo real, reconocible y no pocas veces desalentador. No es una historia sobre hechos extraordinarios ni imposibles, el esfuerzo no siempre se ve recompensado ni las metas son necesariamente alcanzadas. Tampoco es un pozo oscuro de impotencia y depresión; algunas veces, pocas, las cosas salen como uno quiere, o incluso mejor de lo que había planeado. En definitiva, es el relato de una suma desigual de decepciones y satisfacciones que en su desproporción encuentra un perfecto equilibrio.

Talleres de lectura de Liliana Costa analiza en su articulo dedicado a Stoner: los personajes (Stoner, Edith su mujer, Lomax el rival académico), la vida universitaria como una opción excluyente, y la guerra como un agente destructor. También su estilo: prosa muy austera, lenguaje directo,sin ornamentos ni artificios, opción que a veces se agradece. A pesar del lenguaje seco, el autor introduce imágenes que ayudan a interpretar los sentimientos de Stoner. Como el hábito de mirar el paisaje tras las ventanas –ventanas que lo protegen y esconden-, y describirlo con detalle. Lo que dice que ve, es la imagen de su alma. El paisaje es subjetivo, como si fuera un espejo en donde Stoner se busca.

Aquí tenéis a Antonio Díez Fernández, traductor al español de Stoner, leyendo un fragmento de la novela.

Y este es vídeo del blog literarioTabalibros.com comentando la obra.

Fuentes: Wikipedia, La Casa del Libro, El Baile del Sol, Revista Arcadia, Talleres de lectura de Liliana Costa, Maldita Cultura..

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